Querida Ira,
Te he guardado en mi estómago demasiado tiempo. Casi me haces enfermar. Hubiera estado bien ir soltándote poco a poco, sin foco al que dirigirte. En cambio decidí cargarte también sobre mis hombros. Hice mía la ira de mis ancestros. Cuando decidí soltarla me liberé y los liberé de mis ataduras, transformándolas en lazos de amor sanos. Te doy las gracias por contarme tanto sobre mi historia.
Ahora, cuando llegas, eres fuerza de vida. Me ayudas a mirar el mundo con ojos de mejora, a poner límites a mi capacidad de aguante y energía en los retos que la vida me trae. Te vas tan veloz como vienes y en tu estela veo fluir el amor. Es un amor que comprende y que le dice SÍ a la vida, tal y cómo aparece.
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